El viento silvaba suave casi silencioso, los rayos de luz se colaban entre las ramas de los árboles para llegar al rio, apenas se escuchaban sus aguas correr con una sencillez hipnotizante, y ahí, tendida sobre la verde alfombra de pasto húmedo estaba ella.. Diana, con sus ojos azul celestes clavados en alguna nube lejana, inmóvil, serena, tan delicada y sencilla, con los labios pálidos entreabiertos y con los rizos trenzados como una larga cadena dorada que acababa en un lazo púrpura.. Qué belleza, qué esplendidez, qué soberanía poseía Diana..
Qué sublime firmeza y hermosa piel de terciopelo canela, rosa vestida de blanco, mariposa española de alas largas y ojos sin brillo, qué paisaje pintan tu blusa blanca abierta en el pecho y una falda rasgada cubriendo hasta los tobillos torcidos, la mano ensangrentada sobre tu sintura delgada como aguja, y la otra mano a la altura del pecho con los dedos enrrollados en el mango de aquel puñal que te ha arrebatado la vida.
La sangre cayó subre tu piel como hilos rojos que cuelgan del filo metálico de tu asesino, enrredándose y desenrredándose entre sí hasta tocar el suelo donde reposas oh hermosa Diana. Pareciese que estuvieras conciente todavía, la sangre que mancha tus ropas te hace más apetecible y te vuelve más sensual.
Adoro todo tu ser de porcelana, Diana presciosa, adoro tus nudillos endurecidos, tus mejillas una vez rojas que ahora pintan un color pálido entriztecedor, adoro tus rodillas heridas, tu cuello marcado, tus pechos manchados de rojo.. adoro desde tu mirada vacía hasta tu lecho fúnebre..
miércoles, 18 de noviembre de 2009
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