martes, 1 de diciembre de 2009

Aquella última noche

-Casi noto el dolor- se dijo a sí misma, mientras veía los puntos rojos sobre el libro que había comenzado a leer ése día por séptima vez, y en las sábanas que le arropaban las piernas, sentada en la cama con los brazos extendidos hacia adelante. Levantó la mirada hacia ellos que ya estaban casi completamente pintados de rojo, goteando sus liquidos vitales desde su corazón hacia las pequeñas grietas perfectas del bisturí.
-Fuí estupida tal vez- se susurró mientras sonreía sin ganas y cerraba los ojos para no mirar su vida caer y mojar las sabanas.

¿Qué intentaba hacer?

¿No vió más salida que atentar contra su vida tras aquella depresión?
¿O es que acaso creyó que vaciando sus venas sacaría de su cuerpo y mente a ese ser que a despreciado sus más bellos versos de una vez por todas?
Eso no calmaría su desesperación ni le daría ninguna lección por aquel hecho. ¿Y por qué se había dado cuenta hasta ahora? Que quizás sea ya tarde..
La vi hacer a un lado el libro, el bisturí y las sabanas ahora rojas para tumbarse en la cama. No quise reflexionar, no ahora que todo ya estaba hecho..
Estuve tarareando despacio al ritmo de los latidos de mi corazón, hasta verla derramar sobre aquella fúnebre atmósfera su último aliento tras el cuál llegaba poco a poco su insensibilidad cubriéndole por completo, hasta pasar a ser sólo piel pálida e inmóvil sobre unas sabanas manchadas...

Una mirada vacía e intimidante que apuntaba al techo, fué todo lo que había quedado de aquella escena después de besar los dedos de mi bella amante.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Diana de piedra

El viento silvaba suave casi silencioso, los rayos de luz se colaban entre las ramas de los árboles para llegar al rio, apenas se escuchaban sus aguas correr con una sencillez hipnotizante, y ahí, tendida sobre la verde alfombra de pasto húmedo estaba ella.. Diana, con sus ojos azul celestes clavados en alguna nube lejana, inmóvil, serena, tan delicada y sencilla, con los labios pálidos entreabiertos y con los rizos trenzados como una larga cadena dorada que acababa en un lazo púrpura.. Qué belleza, qué esplendidez, qué soberanía poseía Diana..
Qué sublime firmeza y hermosa piel de terciopelo canela, rosa vestida de blanco, mariposa española de alas largas y ojos sin brillo, qué paisaje pintan tu blusa blanca abierta en el pecho y una falda rasgada cubriendo hasta los tobillos torcidos, la mano ensangrentada sobre tu sintura delgada como aguja, y la otra mano a la altura del pecho con los dedos enrrollados en el mango de aquel puñal que te ha arrebatado la vida.
La sangre cayó subre tu piel como hilos rojos que cuelgan del filo metálico de tu asesino, enrredándose y desenrredándose entre sí hasta tocar el suelo donde reposas oh hermosa Diana. Pareciese que estuvieras conciente todavía, la sangre que mancha tus ropas te hace más apetecible y te vuelve más sensual.
Adoro todo tu ser de porcelana, Diana presciosa, adoro tus nudillos endurecidos, tus mejillas una vez rojas que ahora pintan un color pálido entriztecedor, adoro tus rodillas heridas, tu cuello marcado, tus pechos manchados de rojo.. adoro desde tu mirada vacía hasta tu lecho fúnebre..